Me aplana saber
que soy
muerte celulosa,
fibrosa,
y quizás,
siquiera cíclica;
el miedo
ardió en las máquinas
que queman,
químicas,
y ennegrecen el papel.
Aún siento sus llamas
de polución nocturna.
Humanas y
Mecánicas.
Al rojo vivo
de padre fuego
y destrucción atómica.
Huérfano de bosque
en sangre lumínica
y letrada.
Marcada de cautivos
e ígneos artificios
de padres robótios
y sueños de fuegos
domésticos
de hombres.
Entristecido papel
de odio abonado
que añora el suelo
de esquejes metálicos,
soy.
Objetivo,
ausente y
clínico,
observo las cunas columpiadas
que se emancipan
de su madre
y la torturan
y la experimentan,
alejándose de la vida
para alejar la muerte impuesta
por quirófanos ignífugos
con gérmenes asépticos
y bombas hache;
la Muerte,
radical,
en caldos de cultivo
maltrata a las mujeres
que apaguen los incendios
con lágrimas cálidas
de acero estéril
y de hogueras pixeladas.
Pero es femenina el agua
y apaga las llamas;
y fluye la naturaleza
con sus rezos de paz,
por los arroyos fértiles
de arrullos
amamantando al sol.
Convirtiéndose en mujer
la hierbabuena
se suspira el mar
en su nido,
lloviendo limpio,
como fundido cristal
que de amor
se desvanece.
Y el paraíso se nutre
y desnuda sus senos
que se derraman
maternales.
La luz la abraza
y se desnuda en mil colores
difumiando los contornos,
derritiendo las aristas,
para alumbrar la vida
se sucede floreciendo
en placenteras mañanas
de bulbos de frutas,
con semillas y flores
y hexágonos de miel.
Y el calor del agua
a temperatura perfecta
gesta sus respiraciones
con nanas y canciones
que arraigan
entre las suaves manos de la tierra.
Y la arena que se escapa
musical y suave
entre los dedos,
cosquillea
como plumas al abdomen,
y el colchón
es tan verde
que da una sombra
de almendro
en forma de guitarra,
reciclándose
en la ternura
de un suspiro
en el regazo
eterno
de los brazos
de la Madre.
Alberto G. Ruffoni
(texto sacado del cortometraje "La Sombra del Humo")
para ver el cortometraje haz click en La Sombra del Humo
